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Economía política burguesa ante los escombros Algunos complementos a la teoría marxista-leninista de las crisis

Suplemento del Comité Central del Partido Marxista-Leninista de Alemania (MLPD) a la Rote Fahne [Bandera Roja] No 21 de 2009 por Stefan Engel, director del órgano teórico REVOLUTIONÄRER WEG [CAMINO REVOLUCIONARIO]

La crisis económica y financiera mundial más profunda en la historia del capitalismo


El 15 de septiembre de 2008 se derrumbó con el Lehman Brothers, después del Bear Stearns, el segundo de los cinco bancos de inversión más grandes a nivel mundial. Justamente en la misma semana se pudo salvar de la insolvencia a los otros tres bancos de inversión líderes Merrill Lynch, Morgan Stanley y Goldmann Sachs, pero sólo a costa de que ellos perdían su rol como bancos de inversión y con la masiva intervención estatal por parte de la administración Bush en los Estados Unidos. Con el estallido de esta bomba se cortaron los lucrativos flujos financieros que suman varios billones y se organizan a nivel mundial. Una crisis bancaria internacional estrangulaba a los mercados financieros y el sistema financiero internacional corrió el riesgo de colapsar. Pánico de ventas de divisas y acciones para conseguir dinero en efectivo hicieron entrar en barrena a los mercados de divisas y desataron una crisis bursátil internacional.


Esta crisis financiera mundial, con una dimensión y profundidad sin precedentes en la historia del capitalismo, se convirtió en octubre de 2008 en el factor desencadenante directo de una nueva crisis económica mundial, cuya dimensión, asimismo, no tiene parangón. Abarcó a los países industrializados más importantes de modo relativamente simultáneo y con enorme ímpetu. Afectó el corazón del capital financiero internacional y abarcó a la mayoría de los 500 más grandes supermonopolios internacionales. Desde inicios de los años 1990, en el curso de la nueva organización de la producción internacional, estos supermonopolios han sometido completamente al mercado mundial y se lo han repartido entre ellos. Los gerentes de alto nivel, en particular de los bancos monopolistas internacionales, se convirtieron en el centro de la ira popular. En serie hubo un cambio de puestos de los gerentes –comparable a lo sumo con el cambio de entrenadores en la Liga alemana de fútbol. Debido al cierre abrupto de los mercados de exportación internacionales ya no había posibilidades para que las economías nacionales desviaran su capital excedente a otros mercados, tal como todavía fue el caso en la crisis económica mundial 2001 a 2003. El comercio mundial cayó, sólo en el cuarto trimestre de 2008, en un 20% en comparación con los niveles máximos alcanzados en el segundo y tercer trimestre de 2008.


En el cuarto trimestre de 2008 la producción industrial mundial cayó en un 20% comparado con el año anterior - en los países industrializados la caída fue incluso de un 23%. ¡Así la caída en los primeros tres meses de esta crisis ya es considerablemente más profunda que la baja producida durante la crisis económica mundial de 1929 recién después de un año! En diciembre del 2008 la producción mundial de acero cayó en un 30% comparado con el nivel máximo de mayo de 2008. La venta mundial de automóviles en los 30 países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) descendió un 25%, en diciembre de 2008, frente al nivel máximo de abril de 2008.


Junto con la caída de la producción y del comercio mundial también el sector logístico, inflado tremendamente desde los años 1990, fue atrapado del todo por la crisis. ¡La venta de camiones en Europa disminuyó en un 38 % y la demanda se ha reducido casi a cero! Un 50 % de los contenedores a nivel mundial se quedaron sin ser utilizados en los depósitos. La navegación comercial cayó en un 50 %. ¡Según apreciaciones del Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) la crisis económica y financiera mundial ha producido, sólo hasta fines de 2008, una destrucción de capital estimada en 50 billones de dólares estadounidenses! Este valor es mil veces más alto que el valor total del capital destruido en los Estados Unidos al derrumbarse las cotizaciones entre octubre y fines de 1929, el cual se cifró en aproximadamente 50 mil millones de dólares.


En Alemania, la caída de la producción industrial desde comienzos de la crisis se ha profundizado continuamente debido a que la industria depende en un 45% de las exportaciones.


En marzo de 2009 bajó el volumen de ventas comparado con el año anterior: un 22% en la industria manufacturera, un 32,3% en la industria automotriz, un 31,5% en la producción y elaboración de metales, un 22,4% en la construcción de maquinarias y un 25,6% en la industria química. En febrero/marzo de 2009 las entradas de pedidos en la industria bajaron un 32,5% comparado con el año anterior. En abril de 2009 la producción de acero en Alemania, frente al año anterior, cayó un 53,1% al nivel de fines de los años 1950. En el primer trimestre de 2009 el producto interior bruto (PIB) bajó un 6,7% frente al año anterior. Esta es la caída más profunda después de la Segunda Guerra Mundial.


A pesar de los amplios programas de crisis, establecidos para amortiguar las consecuencias, aumentan las insolvencias particularmente de los proveedores más pequeños en el sector automotriz. Pero también un número creciente de empresas reputadas en Alemania, tales como Hertie, SinnLeffers, Woolworth, TMD Friction, Rosenthal, Qimonda, Edscha, Märklin, Wolf-Gartengeräte, Karmann etc. ha declarado su incapacidad de pago. Sin las ayudas estatales figuraría en esta lista también una serie de los bancos más grandes, tales como el Commerzbank, IKB, KfW o el Hypo Real Estate.


Según un estudio del Banco Mundial el crecimiento económico volverá a caer rápidamente en 94 de 116 países en desarrollo, sobre todo debido a la baja dramática de la demanda y de los precios de las materias primas. Además de esto, los migrantes de los países neocolonialmente dependientes son los primeros en perder su trabajo, particularmente en los principales países de inmigración Japón, Estados Unidos y Europa. Sus transferencias de dinero, ahora faltantes, abren huecos de miles de millones en los presupuestos de sus países natales.


Se anuncia una nueva dimensión de la crisis de endeudamiento internacional, con consecuencias imprevisibles para las condiciones de vida y de trabajo de cientos de millones de seres humanos.


La crisis del neocolonialismo, apaciguada en el transcurso de la pasada prosperidad temporal hasta poder adoptar un carácter latente, estallará de nuevo abiertamente. Incluso se profundizará dramáticamente pues los países imperialistas van a descargar el peso de la crisis económica y financiera mundial, sin contemplaciones, sobre las espaldas de los países dependientes y oprimidos por ellos.


Desde comienzos de la crisis económica mundial crecen a saltos en todo el mundo el desempleo masivo y la subocupación. En los Estados Unidos, 4,3 millones de personas han perdido su trabajo desde octubre de 2008 hasta abril de 2009. En China, hasta comienzos de 2009, 20 millones de trabajadores migrantes fueron arrojados al desempleo y a la miseria absoluta, y con ellos también a sus familias. Incluso la misma Comisión Europea calcula que el desempleo en los países bálticos se duplicará o triplicará hasta fines de 2010, con respecto al nivel de fines de 2008, y en Polonia y la República Checa subirá alrededor de un 70%.


La crisis económica y financiera mundial trae consigo una evolución deflacionista, que será aprovechada para imponer múltiples formas de reducción salarial y de desmantelamiento de las conquistas sociales. Miseria y hambre en la clase obrera se extienden más y más, también en las metrópolis imperialistas. Luego que termine la crisis económica y financiera mundial, una inflación galopante amenazará a muchos países para financiar los gigantescos programas de crisis de los Estados nacionales.


Mientras tanto se ha producido una crisis agraria internacional abierta. Ella echa por los suelos los precios para los productores agrícolas y empuja a la ruina a millones de existencias campesinas a nivel mundial.


La crisis económica aparentemente alivia la catástrofe ecológica global, pues con la baja de la producción también se reduce la emisión de dióxido de carbono. Pero esta baja es mucho menor que lo supuesto generalmente. En cambio, el factor que agudiza considerablemente el problema es el hecho de que los supermonopolios internacionales, en tiempos de crisis, cimientan aún más sus bases de energía y de materias primas fósiles y quieren mantener y ampliar las centrales nucleares. Siguen reduciendo la investigación en tecnologías del futuro, realizada de todos modos con poca voluntad, y se paralizan los totalmente insuficientes programas de política ecológica de los gobiernos con el argumento de que son "demasiado caros". Así se acelera incluso la transición hacia la catástrofe ecológica global.


La crisis del orden familiar burgués se agudiza hasta llegar a la falta de familia del proletariado. Este desarrollo señala, de acuerdo con el análisis fundamental del doble concepto de producción de Marx y Engels, de que las crisis de superproducción capitalistas nunca son solamente crisis de producción y reproducción de bienes y mercancías. Ellas también socavan sensiblemente el proceso de la producción y reproducción de la vida humana. Estas perturbaciones fundamentales se manifiestan en una caída de la tasa de natalidad, en la destrucción de la capacidad de las familias de constituir la comunidad solidaria más pequeña para la clase obrera, en un rápido aumento del "material humano sobrante" para los capitalistas, en el deterioro psíquico y físico de partes cada vez más grandes de la población debido a la pobreza masiva, desnutrición y malnutrición, enfermedades psíquicas, abandono social debido a la falta de acceso a la educación y asistencia sanitaria, en un descenso de la expectativa de vida debido al exceso de trabajo, pero también debido a enfermedades contagiosas y epidemias y, no por último, por el avance de ideologías y prácticas destructivas como el sexismo o modos de pensar y conductas patriarcales.


La crisis mundial económica y financiera ha arrojado al capitalismo a una profunda crisis social, la cual tendrá consecuencias trascendentales para el desarrollo social.


El fracaso de la economía política burguesa


Desde hace mucho tiempo el carácter preñado de crisis de la sociedad burguesa no había salido a la luz tan abiertamente como en esta situación. Cogió a los dominantes, en su realmente fe de secta en sus propias evaluaciones económicas erróneas, completamente desprevenidos. Su ideología burguesa se encuentra frente a un montón de escombros. Uno tras otro quedaban los pronósticos económicos tan apartados de la realidad que finalmente, en abril de 2009, el jefe del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), Zimmermann izó la bandera blanca y renunció a hacer más pronósticos: "Cuando no se sabe nada, tampoco se debe plantear algo..." 1 (Focus, 18 de abril de 2009). No es sin razón que el nuevo presidente de la Asociación Federal de la Industria Alemana, Hans-Peter Keitel, se vea obligado a advertir de no "cuestionar la economía social de mercado en su conjunto". En gesto suplicante se opuso a "las acusaciones unilaterales: los banqueros, los gerentes, los políticos, la globalización ... La situación es demasiada seria para ello, pues desde hace tiempo estamos en medio de un nuevo debate sobre el sistema." 2 (Discurso Die Zukunft der sozialen Marktwirtschaft [El futuro de la economía social de mercado], 18 de diciembre de 2008).


El miedo que tienen los monopolios dominantes y su gobierno, por los "debates sobre el sistema", es más que justificado, pues naturalmente toda persona que piense políticamente algún día planteará la pregunta sobre las verdaderas causas del desastre actual. Sobre la existencia o incluso sobre las causas de las crisis económicas, que surgen por leyes inherentes, sin embargo, vamos a encontrar poco en la economía política burguesa. Su dogma de la "capacidad de autorecuperación del mercado" y de la "economía social de mercado" estilizó durante décadas al capitalismo como garante de un bienestar duradero.


Embriagado por las tasas de crecimiento extraordinarias del auge económico mundial, Greenspan, el entonces jefe de la Reserva Federal de EE.UU., en 2005 juzgó que "la coyuntura (es) más resistente que en las décadas pasadas".3 (Discurso del 12 de octubre de 2005, en Finanznachrichten.de). El gobierno de Merkel/Steinmeier de la CDU/CSU y SPD –mareado en vista de su "éxito" dudoso en la lucha contra el desempleo masivo– todavía pronosticaba a comienzos de 2007 un "auge prolongado hasta el año 2020". Incluso después del estallido de la crisis financiera el ministro de finanzas, Peer Steinbrück (SPD), la consideró en un principio un "problema norteamericano"4 (manager-magazin, 25 de septiembre de 2009). El entonces ministro de economía, Michael Glos (CDU), todavía fantaseaba en diciembre de 2008, cuando la economía mundial ya caía en picada, que "la crisis pasa por delante de la robusta economía alemana" y que una rebaja de los impuestos y tributos podría "seguir fortaleciendo las fuerzas de crecimiento".5 (Bundesministerium für Wirtschaft und Technologie, Pressemitteilung [Ministerio Federal de Economía y Tecnología, Comunicado de prensa], 27 de noviembre de 2008).


Cuando nadie podía negar más la crisis económica y financiera mundial, el autoengaño siguió a la autocomplacencia. Desamparada, la canciller Angela Merkel recurrió a las sabidurías tautológicas: "La capacidad de autorecuperación del mercado recién puede volver a tener efecto pleno cuando las fuerzas del mercado funcionen realmente".6 (Declaración gubernamental del 14 de enero de 2009). ¿Entonces, puede autorecuperarse el mercado o solamente funciona la capacidad de autorecuperación cuando no necesita ninguna recuperación? Semejante lógica, de muchos quilates, también alienta a las conclusiones de la canciller:


"Si hoy, por ejemplo, una empresa sana, con una posición dirigente en el mercado mundial, no recibe créditos para sus inversiones o solamente créditos a condiciones que ya no posibilitan una gestión rentable de la empresa, porque los bancos todavía no tienen verdadera confianza entre sí, entonces hay que reestablecer el funcionamiento del mercado – ésta es nuestra tarea política."6


Ahora sale a luz: ¡La capacidad de autorecuperación del mercado no funciona porque el capital financiero no "confía" más en su propio orden económico capitalista y, por eso, los bancos ya no dan crédito a nadie! Entonces debe intervenir el Estado: ¡Al diablo pues con "la capacidad de autorecuperación del mercado"!


Las ilustrativas enseñanzas de esta crisis económica y financiera mundial capitalista sin precedentes –con todos los efectos desastrosos sobre las masas– tienen un valor inapreciable pues hacen ver a las masas qué hueca es la argumentación de la economía política burguesa. La gente no lo va a olvidar: no es precisamente el "mercado" ni la satisfacción de sus necesidades más elementales lo que impulsa la maquinaria de producción capitalista; lo es, más bien, el afán ilimitado por las ganancias máximas del capital financiero internacional.


En el capitalismo, según Carlos Marx, "… tiene que surgir constantemente una discrepancia entre las limitadas dimensiones del consumo sobre base capitalista y una producción que tiende constantemente a rebasar estos límites inmanentes de ella misma. … ¿De qué otro modo podría explicarse la falta de demanda de las mismas mercancías de que carece la masa del pueblo…?" (Karl Marx, El Capital, Libro III – Tomo I, Ediciones Akal S.A., Madrid, 2000, págs. 337 y 338).


Mediante la calculada manipulación, sobre la dimensión y causas de la crisis económica y financiera mundial, se debe impedir que la gente saque conclusiones sociales críticas a partir de sus indiscutibles experiencias y luche por la alternativa social del verdadero socialismo. Para tranquilizarla, los economistas burgueses redujeron la crisis durante mucho tiempo a una "crisis financiera" o a una "recesión". Además, despiertan la impresión de que ésta ya habrá pasado en el verano o a más tardar en otoño de 2009. El encubridor término "recesión" caracteriza solamente un descenso del producto interior bruto en por lo menos dos trimestres consecutivos. ¡Difícilmente puede superarse tal minimización del actual desarrollo económico! Para reforzar sus tesis adormecedoras acompañan el apaciguamiento general del pueblo con medidas amortiguadoras de la crisis que son únicas en el mundo. Esto debe proporcionarle al ciudadano común y corriente la impresión de que se puede vivir bastante bien con la crisis.


Nosotros experimentaremos cómo los dominantes, a partir de un determinado momento, van a pasar a pintar exageradamente el demonio de la crisis con el fin de, bajo chantaje, porfiarle a las masas los costos inmensos por la gestión estatal de crisis, la reducción de los salarios e ingresos y las conquistas sociales. La economía política burguesa es, en su esencia, siempre una propaganda intencionada para imponer los intereses de clase capitalista contra la clase obrera.


No es casual que en estos tiempos de desconcierto, de reflexión y de procesar las experiencias dentro de la clase obrera, surjan como hierbas los sueños floridos de los ideólogos pequeñoburgueses de un capitalismo "libre de crisis". Los dirigentes del Partido de la Izquierda ("Die Linke") estigmatizan al "capitalismo de casino"7 (DIE LINKE, grupo parlamentario en el parlamento alemán (Bundestag), Milliarden verzockt … (Miles de millones perdidos en el juego…), octubre de 2008), al cual habría que quitarle su "adicción al juego" lo antes posible. Con toda seriedad uno de sus dirigentes en política económica, el diputado en el parlamento alemán Axel Troost, exige "recoger el dinero de los especuladores y accionistas que arruinaron tan desvergonzadamente a nuestro Estado social y de bienestar." 7 Pero no quiere lograrlo con la expropiación de los medios de producción; sino exigiendo de que por fin se vuelva a hacer respetar la vigencia de "nuestro Estado social y de bienestar", es decir de la "economía social de mercado". En los años 1950 los socialdemócratas, sindicalistas y comunistas todavía se oponían decididamente contra la introducción del concepto engañoso de la "economía social de mercado" por parte del gobierno de Adenauer. ¡Con buenas razones, pues minimiza y niega la realidad de clase capitalista! Y hoy es precisamente esta fatamorgana, la "economía social de mercado", la que se convierte en el objetivo estratégico del Partido de la Izquierda.


Los economistas burgueses y pequeñoburgueses toman nota a regañadientes, a veces también a pesar de sus voluntades, que la economía política de Carlos Marx experimenta de nuevo alta coyuntura. Adaptándose a la tendencia general hacia la izquierda entre las masas, declaran de vez en cuando que el análisis del capitalismo de Marx es absolutamente acertado, para, seguidamente, desdeñar como utópicas sus conclusiones revolucionarias y rechazarlas de plano. El filósofo social Detlef Horster, por ejemplo, sostiene la afirmación absurda: "economía y teoría de la revolución no forman una unidad en Marx, sino son dos terrenos diferentes."8 (Hannoversche Allgemeine Zeitung, 14 de marzo de 2008).


Este método ecléctico, de seleccionar de las doctrinas de Marx solamente lo que aún todavía puede ser aceptable para la economía burguesa, no es nada más que la vergonzosa expresión de la defensiva ideológica en la cual ha caído la economía política burguesa frente al marxismo.


Al mismo tiempo estos fenómenos de moda también revelan lo poco que comprenden los ideólogos burgueses del marxismo. El marxismo es un sistema cerrado en sí mismo, un engranaje dialéctico de opiniones y métodos, que no se deja desintegrar al gusto para después servirse arbitrariamente de las partes individuales contra las otras.


Carlos Marx y Federico Engels fueron los primeros que revelaron científicamente las contradicciones insolubles, las mismas que son inmanentes al capitalismo desde su comienzo hasta su fin, y dedujeron de ello la necesidad de reemplazarlo de manera revolucionaria por el modo de producción socialista. La contradicción fundamental de la producción capitalista se basa en la producción social, la cual, sin embargo, es apropiada de manera privada. Esta contradicción entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción capitalista, por sus leyes inherentes, estalla en crisis periódicas y la burguesía sólo puede superarlas temporalmente preparando nuevas crisis, más profundas y extensas. Objetivamente sólo puede conseguirse la abolición de las crisis capitalistas mediante una revolución socialista:


"Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes…" dice Marx. "De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social." (Marx/Engels, Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, en Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, págs. 182-183).


Como nuestros pequeños burgueses de izquierda no son capaces de sustraerse del hechizo de hacer ganancias capitalistas, actúan como si las actuales actividades de sacar ganancias y de especulación, organizadas internacionalmente, sólo fueran una aberración negativa, arbitraria o introducida con particular malicia, la cual podría ser podada a voluntad; es decir, que se podría superar con reformas.


Con la nueva organización de la producción internacional el capitalismo ha alcanzado de hecho un nivel de desarrollo en el cual los excesos de la explotación capitalista, regidos por leyes inherentes e inmanentes al sistema, han adoptado tal dimensión de que incluso al pequeño burgués, orientado por el éxito y esclarecido por el humanismo, le provocan temor y susto. Carlos Marx y Federico Engels sacaron del históricamente obsoleto modo de producción capitalista la conclusión de que se debe imponer un modo de producción nuevo, socialista. Por el contrario, los críticos pequeñoburgueses del capitalismo no van más allá de sus lamentos sobre la "injusticia social" en este mundo. Se quejan del "capitalismo desenfrenado". Al mismo tiempo, invocan su domesticación, dejando lo social en esencia tal como estaba antes, difamando tanto más vehementemente a los marxistas-leninistas por su consecuente crítica al sistema y por su estrategia revolucionaria. De esa manera, la crisis no sólo saca a la luz el desastre económico, político e ideológico de la burguesía dominante, sino también la falta de perspectiva, el carácter vacilante y la incompetencia teórica de la izquierda pequeñoburguesa. No son capaces de liberarse de su rol sustentador del Estado, aunque en ello no se sientan bien en estos tiempos desagradables.


La disputa por las causas generales y concretas de la crisis económica mundial de 2008


Quien no esté dispuesto o en condiciones de poner en tela de juicio al capitalismo como sistema social – sea por ignorancia anticomunista, sea por oportunismo o simplemente porque de alguna forma saca provecho de su existencia – no va a detectar las causas de esta crisis.


La canciller Merkel se mostró indignada en su mensaje de Año Nuevo, pues los "excesos financieros, sin sentido de responsabilidad social, la pérdida de medida y cordura de algunos banqueros y gerentes … ha llevado al mundo a esta crisis".9 (REGIERUNGonline, 31 de diciembre de 2008). ¿No es su gobierno, con su política de redistribución a favor de los monopolios y a cargo de toda la sociedad, quien ha contribuido decisivamente al despliegue desenfrenado del afán de lucro y de poder de los banqueros y gerentes? ¿Se han comportado los gobiernos Schröder y Merkel siquiera una pizca mejor que los banqueros y gerentes, a quienes ahora les echan los perros? Pues, ¿dónde estuvo la "medida y cordura" cuando los partidos burgueses introdujeron las leyes Hartz, forzando el prestamismo laboral y los salarios bajos mandando así a millones de desempleados a la pobreza y depauperación? ¿Dónde estuvo su "sentido de responsabilidad social" cuando su gobierno aprobó la "reforma sanitaria", que excluye a millones de personas con bajos ingresos de una óptima asistencia sanitaria, mientras que garantiza miles de millones de ganancias a los monopolios de la industria farmacéutica, a la industria de equipamiento médico y las empresas capitalistas de hospitales? ¿No fue el gobierno Schröder/Fischer quien obligó por ley a los asalariados a financiar, mediante las "pensiones Riester", una parte cada vez más grande de sus provisiones para la vejez de forma privada en el mercado de capitales y sobre la base de la especulación? ¿No fueron ellos quienes recomendaron a toda voz a los municipios negocios sumamente riesgosos y especulativos, tales como el arrendamiento transfronterizo (Cross-Border-Leasing – CBL)?


Ahora, donde todo aquel que se considere algo echa pestes contra los especuladores irresponsables, resulta de buen gusto, incluso para el mundo burgués de los medios y tanto más para la fila de los "representantes populares", soplar en el cuerno de la indignación social. De este modo no se esclarece, sin embargo, de dónde vino esta crisis económica mundial y financiera sin precedentes. Por el contrario, esta argumentación orienta la atención hacia el fracaso subjetivo de los banqueros y gerentes –lo cual, por supuesto, no esta en cuestión– desviándola así de lo esencial: las leyes inherentes del modo de producción capitalista. Estas imponen a todo capitalista –sea propietario de fábrica o gerente de una sociedad anónima, no importando si es privada o estatal– la ley del actuar conforme a ellas bajo pena de su hundimiento.


Puesto que evidentemente todo el mundo industrial y banquero fue involucrado en la crisis debe ser, entonces, según la lógica de la canciller, que toda la capa de los banqueros y gerentes fracasó del mismo modo. Y puesto que la mayoría de los países capitalistas está involucrada en la crisis económica y financiera mundial, son los gobiernos burgueses, por lo menos su parte esencial, los responsables de que estos banqueros y gerentes pudieran hacer lo que les viniera en gana, sin contemplaciones y codiciosos de mayores ganancias. Lo que intentaba ser, por parte de la canciller, una superficial búsqueda de las causas, se vuelve imprevistamente en una sonora bofetada contra los dominantes y sus gerentes en los gobiernos, en las administraciones de los monopolios industriales y bancarios.


Steinbrück, el ministro de finanzas del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), responsabilizó al "desenfreno especulativo"10 (tagesschau.de, 16 de septiembre de 2008) de los gerentes financieros por el desastre de la crisis económica y financiera mundial. De hecho ha sido el estallido de una gigantesca burbuja especulativa lo que produjo una crisis financiera mundial, la cual, a su vez, se convirtió en el detonante concreto de la crisis económica mundial. ¿Fue por eso la especulación la causa de la crisis económica y financiera mundial? Ya en 1850 Carlos Marx señaló la relación fundamental entre la especulación y el estallido de una crisis económica:


"La especulación surge regularmente en los períodos en que la superproducción ya está en pleno desarrollo. Ella proporciona a la superproducción salidas momentáneas, acelerando justamente la irrupción de la crisis y aumentando su violencia. La crisis misma estalla ante todo allí donde se ceba la especulación y no es sino más tarde que alcanza a la producción. El observador superficial no ve la causa de la crisis en la superproducción, sino en la superespeculación, la cual a su vez, sólo es un síntoma de la superproducción." (Karl Marx/Friedrich Engels, Revue, Mai bis Oktober [1850], en Werke [Obras], Dietz Verlag, Berlín 1982, tomo 7, pág. 421; traducción de la edición en alemán).


Por el contrario, para Oskar Lafontaine, uno de los dos presidentes del Partido de la Izquierda y representante destacado de la política reformista de la socialdemocracia de izquierda de las últimas décadas, es la fe ciega del gobierno federal en la "religión de nuestros días", el "neoliberalismo", lo que "ha conducido a la crisis actual".11 (Discurso ante el parlamento federal el 26 de noviembre de 2008). Claro que ha sido el neoliberalismo con su lema, "lo privado antes que lo público", lo que constituyó una de las directivas capitalistas en la nueva organización de la producción internacional. Sin embargo, la ola de métodos neoliberales ha provocado tal tsunami de problemas que entretanto el Estado, como gerente de crisis, interviene tan activamente en el mundo económico y financiero que todos los apologistas neoliberales se han quedado sin aire. ¡Dónde se han quedado los predicadores de los sublimes preceptos del neoliberalismo! ¡Sólo se han quedado los bomberos estatales para evitar lo peor! No obstante, ¿la explosión de intervenciones estatales ha logrado debilitar siquiera en algo la economía de lucro orientada a conseguir las ganancias máximas? Suponer esto sería sumamente ingenuo, o malicioso, pues echa tierra a los ojos de las masas. Después de que el Estado hubo adquirido un 25% de la Commerzbank, los nuevos miembros del consejo de vigilancia colocados por el Estado se apresuraron en abjurar todo tipo de influencia en las actividades empresariales del banco.


Para la eurodiputada del Partido de la Izquierda, Sarah Wagenknecht, "el camino más rápido para poner nuevamente en marcha a la economía…" consiste, sin dudas, en "…una redistribución radical de los ingresos y fondos de arriba hacia abajo. Entonces el problema de la demanda se solucionaría por sí mismo."12 (Junge Welt, 7y 8 de febrero de 2009). Obviamente esta emblemática marxista del Partido de la Izquierda ha sido demasiado influida por teorías no marxistas durante sus estudios de política en las universidades burguesas, las mismas que fueron completamente desbaratadas por Federico Engels en su disputa con Eugenio Dühring en el año 1878:


"El insuficiente consumo de las masas es una condición necesaria de todas las formas sociales que descansan en la explotación y, por lo tanto, también de la forma capitalista, aunque no estalle en forma de crisis hasta llegar al régimen capitalista de producción. El insuficiente consumo de las masas es, pues, una condición previa de las crisis y desempeña en ellas su papel reconocido hace muchísimo tiempo; pero no nos explica las causas de que existan actualmente las crisis, ni nos dice por qué no existieron antes." (Federico Engels, Anti Dühring, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1975, pág. 232).


Desde el punto de vista económico también es absurda la teoría de la señora Wagenknecht, pues el consumo privado sólo constituyó una parte muy pequeña en los altos y bajos del crecimiento económico de los últimos años. La reactivación económica descansó sobre todo en una gran demanda en la exportación de bienes de inversión, mientras que el consumo privado interno se estancó o retrocedió en amplia escala. Y al revés: con la irrupción de la crisis económica mundial el consumo privado de momento sólo ha retrocedido muy poco. Lo que se ha hundido en primer término es el mercado mundial de bienes de producción y de materias primas.


La ilusión de un capitalismo sin crisis ni explotación: esa es la esencia idealista de la ilusoria "teoría del poder adquisitivo" de la izquierda reformista. La abierta contraparte burguesa es la idea defendida por los gerentes de los monopolios, tales como la de Forster, jefe europeo de la Opel/GM en Europa, de que se podría evitar o solucionar la crisis disminuyendo o evitando los "excesos de capacidades" en la economía. La demanda de Forster de reducir los "excesos de capacidades" es la ficción demagógica de un capitalismo sin acumulación y sin competencia. Esto que sale directamente de la boca de un jefe de consorcio es un intento seudocientífico transparente para justificar la inminente destrucción masiva de puestos de trabajo, los cierres y despidos.


Todas las teorías burguesas y pequeñoburguesas sobre las causas de la actual crisis económica mundial se sirven de un método empírico o ecléctico. Sacan algunos aspectos de la teoría de crisis marxista-leninista y los aplican correctamente a tal o cual fenómeno de la crisis – a fin de falsear la esencia y el contenido integral de la economía política del marxismo-leninismo o rechazarlos ampliamente.


Cuando los capitalistas actúan "sin medida ni responsabilidad social" no es, entonces, simplemente por mala voluntad. El capitalismo sólo puede existir mediante la acumulación constante de capitales. Esto trae consigo, lógicamente, inevitables comportamientos malignos y repugnantes que, no obstante, son mas bien fenómenos secundarios. El crecimiento del capital descansa esencialmente en la creciente explotación del trabajo asalariado mediante la apropiación del plustrabajo no retribuido. La ley de la competencia obliga a los capitalistas volver al trabajo vivo más productivo y reemplazarlo por máquinas. Es cierto que esta más alta composición orgánica del capital lleva a ahorros respecto a los salarios y a un aumento de la explotación de los obreros, mientras que crece la suma del plustrabajo no retribuido. Pero, al mismo tiempo, significa que se debe invertir más capital en máquinas empeorándose así la relación entre el capital invertido y la ganancia obtenida. Para contrarrestar esta baja tendencial de la tasa de ganancia, los capitalistas deben aumentar la masa de ganancia expandiendo la producción en total e incluyendo a cada vez más obreros en el trabajo asalariado o prolongando continuamente el tiempo de trabajo vivo de éstos. Si no logran hacerlo, porque, por ejemplo, el creciente caudal de mercancías no puede ser absorbido por los mercados estancados, entonces se producen crisis de superproducción y otros fenómenos de superproducción de capital. Según Marx, la baja tendencial de la tasa de ganancia, denominada por él la ley de crisis del capitalismo, se presenta "como una amenaza para el desarrollo del proceso capitalista de producción; fomenta la superproducción, la especulación, las crisis, el exceso de capital al mismo tiempo que exceso de población." (Karl Marx, El Capital, Libro III – Tomo I, pág. 318; el resaltado es de S.E.).


¡Quien quiera abolir las crisis capitalistas no debe hacerse curandero de sus síntomas, sino tiene que abolir al capitalismo y erigir el socialismo! Esta es la idea fundamental de Carlos Marx, de la cual los teóricos del Partido de la Izquierda ya no quieren saber más.


En el proceso de la nueva organización de la producción internacional los 500 supermonopolios más grandes han sometido al mercado mundial capitalista y a la producción capitalista mundial. La ley económica básica del capitalismo moderno consiste hoy en la conquista y defensa de una posición dominante en el mercado mundial con el objetivo de asegurarse la ganancia máxima. Una consecuencia de esto fue la gigantesca hinchazón del capital propio de los 500 más grandes supermonopolios, de 3,2 billones de dólares estadounidenses en 1994 a 11,1 billones en el 2007. En este lapso ellos aumentaron sus ganancias, incluso según datos oficiales, de 282 mil millones de dólares a 1.593 mil millones de dólares, es decir casi de un séxtuplo. Este desarrollo condujo a una sobreacumulación crónica del capital, pues los mercados no guardaban el paso con el crecimiento del capital. Ello significa la imposibilidad crónica de valorizar el capital acumulado en el marco del círculo espontáneo de producción y reproducción de modo que produzca ganancias máximas. La crasa contradicción entre la productividad creciente y la completa incapacidad, es decir desinterés de los capitalistas, de emplearla en beneficio de la humanidad, caracteriza la extraordinaria podredumbre y descomposición del modo de producción imperialista.


En tanto que el capitalismo podía expandirse fácilmente, al incorporar más y más países en el modo de producción capitalista y abriendo así nuevos mercados, pudo aplazar una y otra vez la solución de sus propias contradicciones internas. Este proceso histórico tiende a llegar a su fin, porque cada nueva expansión del mercado es sobrepasada rápidamente por la producción y porque el mercado mundial, entretanto completo, se muestra ahora ser asimismo tanto un límite como antes era el caso con los mercados nacionales limitados.


Esta nueva fase del desarrollo imperialista la hemos resumido así en el libro Crepúsculo de los dioses sobre el "nuevo orden mundial": "el imperialismo choca con un límite histórico relativo que no puede superar." (Stefan Engel, Crepúsculo de los dioses sobre el "nuevo orden mundial", Verlag Neuer Weg, Essen, 2003, pág. 595).


La sobreacumulación crónica del capital tiene una serie de consecuencias importantes, las mismas que le darán su sello a todo el futuro modo de producción capitalista:


Primero, ha llevado a una crisis estructural internacional crónica sobre la base de la nueva organización de la producción internacional. Cada vez más capital tiene que ser destruido permanentemente, para que el proceso de producción y reproducción aún funcione de alguna manera. Es común el error de creer que durante todo el período de la nueva organización de la producción internacional hubiera predominado el neoliberalismo; es decir, el mantener las actividades estatales fuera de la economía. Todo el proceso de la nueva organización de la producción internacional hubiera sido imposible sin la permanente gestión de crisis por parte de los Estados. A los gobiernos capitalistas e imperialistas les fue asignado el rol de actuar como servidores de "sus" supermonopolios residentes, sea para financiar las condiciones marco para las actividades inversionistas y la competencia de los monopolios, sea para poner en marcha las correspondientes leyes y acuerdos a nivel nacional e internacional o simplemente para apoyar su expansión hacia otros países y descargar los costes de estos "servicios" sobre las espaldas de las masas en sus respectivos países.


La creciente participación estatal en el proceso de reproducción del capital monopolista y la socialización de las cargas de la permanente destrucción de capital significan, objetivamente, un proceso de creciente socialización de la acumulación a escala internacional. Eso representa un requisito material importante para la realización de los Estados socialistas unidos del mundo.


Segundo: La inflación gigantesca de la especulación ha asumido, a más tardar con la nueva organización de la producción internacional, un papel dominante en la economía mundial. Se ha convertido en una parte necesaria, o sea, de vigencia general, de la valorización del capital que exige la ganancia máxima. En los últimos años se ha verdaderamente disparado el capital especulativo. El sector financiero internacional ha crecido cerca de cinco veces más rápido que la producción. En el 2007 el volumen financiero mundial –el conjunto de todos los créditos, productos financieros, mercados de divisas, etc.– estaba en 2.300 billones de dólares. Eso equivale 65 veces el valor del producto bruto mundial real.13 (DGB, einblick 04/09). En la medida en que, a causa de la sobreacumulación crónica del capital, se limita la posibilidad para realizar ganancias máximas en el proceso industrial de producción y reproducción, los monopolios internacionales intentan cada vez más de especular con su capital excedente en los mercados financieros internacionales, para conseguir las ganancias máximas de esta manera. Eso provoca en intervalos regulares, también al margen de las crisis cíclicas de superproducción, un estallido devastador de las burbujas especulativas revolviendo una y otra vez todo el mundo financiero burgués. Esto aumenta considerablemente la labilidad general del sistema financiero burgués.


Sin embargo, los teóricos de crisis pequeñoburgueses de "Attac" explican la especulación desbordante de una manera totalmente diferente: "Los mercados financieros se han independizado." 14 (Declaración para el Congreso Kapitalismus am Ende? [¿Se acabó el capitalismo?] del 6 al 8 de marzo de 2009). De acuerdo con ello, el capital especulativo se habría desprendido de la producción real como origen de la plusvalía y de la masa de ganancia, y se podría diferenciar entre la economía capitalista real "aceptable" y la especulación inaceptable. Pero el estallido de la burbuja especulativa demuestra que la especulación radica en la real superproducción de capital, a la cual puede proporcionarle temporales canales de salida, pudiendo liberarse de la misma sólo temporalmente y no sin quedar impune. La especulación no genera ningún crecimiento real de valor, siendo ella misma no más que la anticipación de una ganancia futura. La plusvalía sólo puede ser generada a través de la explotación del trabajo asalariado, es decir de la explotación de la fuerza de trabajo viva. Por consiguiente, la ganancia especulativa es pura "ganancia de rapiña", la cual es solamente redistribuida entre los titulares de participaciones de capital a través de las diferentes formas de la especulación bursátil.


La especulación ha penetrado entretanto en todos los sectores sociales de la producción, del comercio y de la vida. Se fueron ideando cada vez más estructuras intrincadas y formas del capital ficticio para seguir impulsando la especulación y postergar el estallido de la burbuja especulativa. Así, cada vez más monopolios industriales han fundado bancos para enriquecerse directamente con estos negocios especulativos. Una forma de la especulación también fomentó la extensión especulativa de inversiones productivas, a menudo mucho más allá de las posibilidades de realizar ganancias máximas mediante la venta de mercancías. Al comienzo de la crisis económica mundial, los monopolios automotrices internacionales constataban, por ejemplo, "sobrecapacidades" de 39 millones de coches a nivel mundial.


Entretanto, el capital especulativo también domina cada vez más a todos los sectores de la previsión social y de la producción y reproducción de la vida inmediata. Bienes de vida elementales como trigo, arroz, agua, salud, educación, energía, seguro social, etc. se convirtieron en objeto de la especulación. Cuando en 2007/2008 el capital especulativo temporalmente se concentró en el sector alimenticio y de materias primas, causó a nivel mundial tal aumento de los precios que los más pobres en los países explotados por el imperialismo ya no podían comprarlos. Se produjeron en la primavera del 2008 revueltas por hambre en once países, en las que participaron dos a tres millones de personas.


Tercero: La propensión general a la crisis de la economía capitalista mundial se incrementa, lo cual se expresa particularmente en la tendencia al acortamiento del ciclo de crisis y a la prolongación de la duración de la crisis o sea de la fase de depresión que la sigue. Así, desde la última crisis económica mundial en 2001-2003, la duración del ciclo de crisis se ha acortado, de antes 10 a 7,5 años. (Véase cuadros de la producción industrial y el producto interior bruto en los ciclos de crisis 1980-1990, 1990-2000, 2000-2008 en EE.UU., Japón, Alemania).


Cuarto: La gestión general de crisis se vuelve una de las prioritarias tareas económicas del Estado. A pesar de eso, a mediano plazo, ¡todas las medidas de amortiguación ahora tomadas son un polvorín! Los "paraguas de protección" para los bancos y consorcios, que implican miles de millones, hacen disparar el endeudamiento estatal. En la lógica capitalista, sólo pueden ser reembolsados mediante una nueva ola de la redistribución de abajo hacia arriba. Eso pondrá en cuestión todas las conquistas sociales. Ya se ha discutido reiteradamente en círculos burgueses sobre la "excesivamente alta tasa del subsidio social Hartz IV." La jornada reducida, regalada a los monopolios, consumirá las reservas de la Agencia Federal de Trabajo y llevará, debido a la disminución del monto del salario bruto, a la reducción de las pensiones por jubilación. Los sistemas de seguridad social colapsarán como consecuencia del aumento repentino del desempleo masivo. La crisis actual sólo puede ser superada a costo de preparar nuevas crisis, más amplias y más profundas. Y al hacerlo la gestión de crisis estatal es ella misma especulativa, apuesta a que se conservarán, de ser posible sin pérdidas, las amplias fianzas y garantías estatales concedidas a los bancos y consorcios.


Quinto: La actual crisis económica y financiera mundial tiene una dimensión sin precedentes en la historia del capitalismo. En ella, estos factores de la sobreacumulación del capital culminan en un derrumbamiento general de la tradicional estructura financiera mundial y del proceso mundial de producción y reproducción. La gestión de crisis estatal transfiere la propensión general a la crisis de la economía imperialista mundial a los presupuestos estatales, generando el peligro crónico de una bancarrota general del Estado.


La gestión de crisis coordinada internacionalmente


En el libro Crepúsculo de los dioses sobre el "nuevo orden mundial" el MLPD había constatado todavía:


"Hasta el momento ha fracasado todo procedimiento conjunto y coordinado internacionalmente de las tres potencias principales, EE.UU., Japón y UE, a causa de la competencia imperialista." (pág. 478)


El 15 de noviembre de 2008, los jefes de Estado y de gobierno de los países G-20 se reunieron en una "histórica cumbre financiera internacional", convocada a mata caballo en Washington. ¡Eso debía tener razones extraordinarias! De hecho, el capital financiero internacional, por la nueva dimensión de la crisis financiera mundial y sus efectos recíprocos con la crisis económica mundial, veía el peligro agudo de un colapso del sistema imperialista financiero mundial y de la producción capitalista organizada a nivel internacional. Al mismo tiempo, crecía el miedo de que la lucha de clases se desplegara en amplia escala hasta llegar a huelgas masivas, alborotos, insurrecciones y crisis revolucionarias.


Tomando en cuenta las experiencias con la crisis económica mundial de 1929 a 1932, cuando por lo general se había prescindido de tomar medidas estatales para amortiguar la crisis, se acordó ahora una gestión de crisis coordinada internacionalmente. Ella debía tener un volumen de por lo menos el cuatro por ciento del producto mundial bruto. Con paraguas de rescate estatales se pretendía evitar que colapsaran grandes bancos pilares y con ellos el sistema financiero internacional. En ese sentido los bancos de emisión y Estados imperialistas ya antes habían introducido billones de dólares en el circuito monetario. Las bajas de los intereses, coordinadas a nivel internacional, deberían reanimar el sistema crediticio. Fueron incluidos Rusia, la China socialimperialista y los países emergentes más importantes como Brasil e India. Así, en esta cumbre se reunieron los gobiernos de las 20 naciones que en su conjunto generan el 90 por ciento del producto mundial bruto. En su evaluación de la cumbre de Washington y Londres, la Asociación Federal de la Industria Alemana (BDI) destaca sobre todo la renuncia a medidas proteccionistas, la exigencia de "asegurar mercados libres para el comercio e inversiones"15 (BDI, Weltfinanzgipfel: Zusammenfassung und erste BDI-Bewertung [Cumbre financiera internacional: Resumen y primera evaluación por la BDI], 18 de noviembre de 2008), y de establecer estándares para aumentar el capital propio en los arriesgados negocios especulativos. Eso demuestra que el capital financiero dominante estaba interesado antes que nada en mantener en función, también bajo condiciones de crisis, a la estructura económica que trae ganancias máximas.


Además de la promoción de los gigantescos programas de apoyo para bancos y consorcios industriales, también había motivos políticos e ideológicos para colocar las contradicciones interimperialistas transitoriamente en un segundo plano. El primer encuentro del G-20 debería apaciguar sobre todo la desconfianza que se extendía entre las masas frente al sistema capitalista financiero y económico duramente golpeado. Eso se confirmó en la continuación de la cumbre financiera internacional el 2 de abril en Londres. Allí se decidió el incremento de los fondos para el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, así como las fianzas para asegurar las exportaciones por un volumen total de 1,1 billones de dólares, todo ello sirve en primer lugar para evitar las crisis revolucionarias. El 3 de abril de 2009, el diario Freies Wort, de Turingia, caracterizó acertadamente los temores que dictaron estas medidas a los gobiernos imperialista.


"Pero por lo menos ayudará a estabilizar las regiones en las cuales es más inminente el peligro de turbulencias políticas y con ello consecuencias particularmente peligrosas de la crisis económica mundial."16 (Freies Wort, 3 de abril de 2009).


Al mismo tiempo, la unidad que ostentativamente demostraban los participantes de la cumbre financiera internacional no debe hacer olvidar que detrás de esta fachada se lleva a cabo una lucha sin cuartel. La mera ampliación del grupo G-8 al G-20 pone de manifiesto la intensificación del desarrollo desigual de los países imperialistas. Esta se caracteriza por un debilitamiento del imperialismo estadounidense y japonés y un fortalecimiento de los principales competidores imperialistas UE, Rusia, China y los poderes que empujan hacia delante como India o Brasil. China cuestiona abiertamente el predominio del dólar estadounidense como moneda de referencia internacional. El gobierno y las asociaciones de los monopolios de la RFA proclaman como meta salir "como ganadores" de la crisis. Con cinco billones de dólares los programas coyunturales estatales sin par de los gobiernos imperialistas han alcanzado una dimensión sin precedentes en el mundo. Ellos sirven, en primer lugar, al fortalecimiento de la capacidad competitiva de los monopolios internacionales del respectivo país en la crisis económica mundial, así como al amortiguamiento de las contradicciones de clases.


En comparación, los dos programas coyunturales acordados por el gobierno de Merkel/Steinmeier, con un volumen de 80 mil millones de euros, se presentan relativamente modestos. A causa de la cuota de exportación extremadamente alta de los monopolios internacionales de Alemania el gobierno es consciente, de que las medidas de promoción coyuntural sólo pueden surtir un efecto muy limitado. Sin embargo, los monopolios alemanes le dan especial importancia a su refinado método de dominio, el sistema social del modo de pensar pequeñoburgués, para obstaculizar la ulterior transición hacia la ofensiva obrera en las grandes empresas industriales. De esta manera se ha prolongado de 12 a 24 meses el financiamiento estatal del subsidio para la reducción de la jornada laboral, así como el pago de las cotizaciones empresariales al seguro social a partir del 7o mes de la aplicación de la jornada reducida, a fin de evitar abiertos despidos de masas en lo posible. Al mismo tiempo les han concedido a las masas alivios fiscales, un aumento del subsidio por hijos, desgravaciones fiscales por el transporte al trabajo, disminución de las cotizaciones al seguro de enfermedad, así como un aumento extraordinario de las pensiones por jubilación. No obstante, estos beneficios, más bien simbólicos para las masas, se basaban en la suposición de que la caída en la crisis era de duración relativamente corta, y que sólo deberían servir de puente hasta la pronosticada reanimación económica. Es cierto que hubo despidos, particularmente de las trabajadoras y trabajadores subcontratados o con contratos de duración limitada, pero de momento se evitó el despido masivo del personal estable. Esto ha cambiado después de la segunda cumbre de crisis del gobierno federal realizada en abril de 2009, cuando el pronóstico económico de diciembre de 2008 fue corregido a fondo y se partía de que la crisis económica y financiera mundial se iba a profundizar. El gobierno federal calcula que recién en el 2012 el volumen de producción recuperará el nivel alcanzado antes de la crisis. Esto significa que los monopolios ya no parten de una situación transitoria, sino que tienen la intención de reducir persistentemente las capacidades de producción; es decir, que van a llevar a cabo despidos masivos y cierres de plantas.


Pero la gestión estatal de crisis no sólo ha puesto a disposición medios financieros y medidas adicionales, sino que forzadamente asume ella misma la función de capitalista colectivo de la sociedad. Eso implica la intervención directa del Estado en el sistema bancario o en la gestión de crisis de la industria monopolista. Sería ingenuo considerar a esta estatización de los bancos como un acto de transmitir la propiedad monopolista a las manos del pueblo. En realidad, se trata de la socialización organizada de las pérdidas especulativas y de la destrucción de capital y su descarga sobre las espaldas del conjunto de la sociedad. En cuanto los bancos sacudidos por la crisis vuelvan a tener actividades con ganancias máximas, el Estado, paso a paso, se retirará nuevamente de su participación económica directa para garantizar la apropiación privada de las ganancias de miles de millones. No obstante, a causa del aumento general de la tendencia hacia la crisis de la economía imperialista mundial, es de esperar que la gestión de crisis por parte del Estado siga siendo la tarea más importante de la actividad estatal en el sector económico. Este proceso representa una de las preparaciones materiales más importantes para el socialismo, pues documenta la incapacidad de la anarquía de la economía privada. Esto pide realmente a gritos superar al capitalismo e imponer el socialismo en beneficio de toda la humanidad. Ya Lenin señaló esta necesidad y posibilidad, explicando que el socialismo no es otra cosa "que el paso siguiente después del monopolio capitalista de Estado. O dicho en otros términos: el socialismo no es otra cosa que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalista." (Lenin, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, en Obras Completas, Editorial Progreso Moscú, 1985, tomo 34, pág. 198)


La intensa orientación de los Estados nacionales como supremos gerentes de la crisis llevó a la locura a los presupuestos del mundo. Más de la mitad del presupuesto total de 3,4 billones de los EE.UU. para el año 2009, es decir 1,8 billones, debe ser financiado mediante nuevo endeudamiento. Esto es un verdadero cheque en blanco para la especulación del insaciable afán de lucro de los malabaristas financieros que actúan en las bolsas del mundo, preparando nuevas, gigantescas, crisis financieras. Pues, el endeudamiento estatal que crece a saltos es un manantial de ganancias para los bancos, el cual solamente puede ser financiado por los Estados aumentando los impuestos y recortando más las prestaciones estatales o atizando la inflación para devaluar la deuda estatal. En esto las "reformas" anunciadas en la cumbre financiera internacional, respecto al control sobre las agencias de rating y Hedge Funds y la instalación de un denominado "sistema de alerta temprana" a nivel internacional, no cambiarán nada en esencia. Las medidas estatales trasladan la crisis al presupuesto estatal lo que, tarde o temprano, provocará quiebras estatales en los diferentes Estados nacionales.


En lugar de una tormenta de indignación sobre estas inéditas subvenciones del capital financiero a costa de los presupuestos estatales, experimentamos como la dirección del Partido de la Izquierda vende con palabras radicales su oferta de colaborar en la configuración o incluso extensión de los programas de crisis estatales. Oskar Lafontaine se justificó ante el parlamento nacional, bajo la consigna de acelerar más el programa estatal de subvenciones de 580 mil millones de euros para los bancos y consorcios:


"Pues, no tenemos en absoluto otra alternativa que poner cuanto antes en marcha al –como se le suele llamar­– sistema de mercado financiero." 17 (www.Linksfraktion.de, 15 de octubre de 2008).


Lo que hasta ahora se puso "en marcha", con los programas de crisis estatales, es relativamente poco, salvo que los sistemas financieros internacionales aún no se han derrumbado incontroladamente. Aparte de eso experimentamos una continua profundización de la crisis económica y financiera mundial. Después de haber impuesto transitoriamente la jornada reducida para 1,5 millones de obreros y haber despedido ya a 500.000 trabajadores en Alemania –sobre todo obreros temporales y subcontratados de empresas de servicios– los dominantes planifican ahora "poner en marcha" amplios despidos masivos.


También después del descenso de la crisis uno puede difícilmente contar con una reanimación inmediata o incluso un auge, como todavía fue el caso para la economía global después de la última crisis económica mundial de 2001 a 2003. Más bien, va a seguir una fase de depresión, sobre la cual Willi Dickhut escribe:


"La depresión concluye la obra de la crisis. Está caracterizada por el estancamiento de la producción industrial. En esta fase los capitalistas intentan encontrar una salida a la crisis bajando los costos de producción." (Krisen und Klassenkampf [Crisis y lucha de clases], Revolutionärer Weg 23, pág. 89).


Según todos los indicios esto llevará a un aumento nunca antes conocido de la explotación de la clase obrera internacional. Ya en la última crisis económica mundial, al final de la fase de crisis, los 500 supermonopolios más grandes multiplicaron la ganancia por cada trabajador según sus datos oficiales: de 2.871 dólares en el 2002 a 15.926 dólares en el 2003 y a 19.383 dólares en el 2004. Recordemos como en Alemania el número de los trabajos precarios de 2003 y 2004 saltó en un 66 %, de 4,1 a 6,8 millones; el número de los trabajadores subcontratados bregando a salarios bajísimos se catapultó en pocos años a casi 800.000; se impulsó sistemáticamente la reducción general de los salarios y el nivel salarial cayó por debajo del nivel promedio de 1993. La "Agenda 2010" y las leyes Hartz IV sentaron las condiciones marco legales necesarias para esto.


Mediante la intervención estatal la esencia del sistema capitalista económico y financiero mundial no ha cambiado nada –el Partido de la Izquierda la definiría como "control estatal"– salvo que en el futuro habrá algunas instituciones estatales e interestatales que deberán entrar en acción cuando se desarrollen las crisis. ¡Qué tal progreso social!


Hoy en día nadie puede predecir exactamente cuánto tiempo durará la crisis económica y financiera mundial así como la posterior depresión. Todo indica que esta depresión será más incisiva que luego de la anterior crisis económica mundial.


La fase de transición después de la crisis es un peculiar caldo de cultivo para la agudización de las contradicciones de clases y el estallido abierto de crisis políticas. Ya en 1984, 1993 y 2004 se realizaron en ese momento del desarrollo de la crisis los saltos cualitativos en la transición hacia la ofensiva obrera.


A coro con el conjunto de la izquierda pequeñoburguesa –Partido de la Izquierda, Attac, diferentes dirigentes sindicales, fuerzas trotskistas– la junta directiva del Partido Comunista Alemán (DKP) también exige desesperadamente "la transición de los bancos y consorcios en propiedad pública bajo control democrático." 18 (Declaración del secretariado de la junta directiva del DKP acerca de la crisis financiera actual, octubre de 2008). ¡Sus súplicas fueron escuchadas! Pues, entretanto, en coordinación "democráticamente controlada" con las organizaciones centrales del capital financiero, el gobierno Merkel/Steinmeier ha colocado bajo protección estatal a los bancos Commerzbank e Hypo Real Estate para prevenir su insolvencia. ¡Y no sólo eso! El Estado patrocina los "bancos malos" (Bad Banks) en los cuales se puede, en cierto sentido, "trasladar a la propiedad pública" cientos de miles de millones euros del capital especulativo desvalorizado de los bancos indigentes y revenderlos como bonos de Estado. Salta a la vista el progreso social de esta nacionalización audaz. Ahora cada banco puede embellecer sus balances para empujar las cotizaciones hacia arriba. Ya no hay mas obstáculos para que el capital especulativo crezca nuevamente. Sin embargo, desesperadamente la dirección del DKP jura ante el público de izquierda: ¡Eso no es lo que queríamos! – todavía no son realizados el control democrático y la obligación que tiene la propiedad según la Constitución! Así el mental vuelo en las alturas del DKP, inspirado por la tendencia de las masas hacia la izquierda, termina súbitamente en un vuelo en picada para hundirse en las viejas conocidas ilusiones revisionistas de hacer retroceder el poder de los monopolios. Menos entusiasmado estaría Federico Engels, a quien hace ya más de 130 años no le eran desconocidas tales fantasías. En aquel entonces declaró rotundamente:


"El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma su propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo real y tanto mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. Las relaciones capitalistas, lejos de eliminarse, se agudizan." (Federico Engels, Anti Dühring, pág. 226).


En el capitalismo monopolista de Estado los monopolios no solamente han subordinado completamente al Estado bajo su dominio, han fundido sus órganos con los órganos del aparato del Estado y han establecido el poder económico y político sobre la sociedad entera. Debido al carácter preñado de crisis desde la nueva organización de la producción internacional, el Estado se convierte cada vez más en el capitalista colectivo perfecto. Como gerente lleva hasta el exceso la explotación y opresión de la clase obrera y de las grandes masas para mantener a toda costa el poder del capital financiero estremecido por la crisis.


Salta a la vista que la economía imperialista, cada vez más compleja, completamente internacionalizada, debido a la nueva situación necesita de nuevo aún más el rol conductor del Estado. Desde un punto de vista objetivo sería necesario para esto un Estado mundial único. En lugar de esto tenemos a los Estados nacionales, que están en competencia o en dependencia, como base decisiva económica y política de poder para la dictadura de los monopolios internacionales. ¡No puede haber otra cosa bajo el poder y la competencia llevada al extremo del capital financiero internacional!


¿Qué carácter podría tener un Estado mundial? Debería ser un Estado burgués encabezado por Angela Merkel, Frank-Walter Steinmeier, Josef Ackermann, Klaus Zumwinkel, Hartmut Mehdorn, etc., donde bajo su "control democrático" las fuerzas destructivas del modo de producción capitalista pueden realizar desenfrenadamente su obra destructiva y arrastrar a las masas cada vez más a este abismo?


¿O debe ser un Estado que ponga fin a los especuladores, que acabe con un modo económico basado en la expoliación de la clase obrera a favor de una minoría de superricos? ¡Un Estado que garantice, mediante una consciente planificación y distribución de los recursos sociales, que las fuerzas productivas modernas sean empleadas en el interés de satisfacer las crecientes necesidades materiales y culturales de la sociedad entera! Un Estado socialista de la verdadera democracia para las amplias masas bajo la dirección de la clase obrera: ¡la dictadura del proletariado! Para lograr tal Estado, sin embargo, sería necesaria la eliminación revolucionaria de la dictadura de los monopolios, que no están dispuestos a compartir su poder con nadie y tampoco renunciarán voluntariamente a éste.


El potencial de una crisis revolucionaria mundial y la necesidad de coordinar la actividad de partidos y organizaciones revolucionarios a nivel transnacional


En vísperas de las manifestaciones del 1o de mayo de 2009 en Alemania, el jefe de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), Sommer, advirtió de "disturbios sociales." Cuando Gesine Schwan, la candidata presentada por el SPD para la presidencia federal, también se adhirió a esta consideración19 (Süddeutsche Zeitung, 24 de abril de 2009), se originó un debate enardecido. Particularmente los representantes de la gran coalición contestaron que los disturbios sociales también se pueden "atraer con palabras".20 (Spiegel-online, 25 de abril de 2009). En realidad, Dennis C. Blair, director nacional de Inteligencia del gobierno Obama y coordinador de los 16 servicios de inteligencia de los EE.UU., ya en su "Informe anual sobre las amenzas" del 12 de febrero de 2009 llegó a la conclusión de que la amenaza principal para el imperialismo norteamericano ya no proviene del llamado "terrorismo" internacional, sino, sobre la base de la crisis económica mundial, de las luchas obreras revolucionarias, particularmente en Europa:


"La preocupación primaria de seguridad en el corto plazo para Estados Unidos es la crisis económica global y sus implicaciones geopolíticas…", dice Blair, la cual podía llevar al "extremismo violento". Explícitamente, recuerda las "…dramáticas consecuencias políticas forjadas por los problemas económicos de los años 20 y 30 en Europa", y advierte que actualmente la mayoría de las manifestaciones antigubernamentales han tenido lugar en Europa y la anterior Unión Soviética.21 (Dennis C. Blair, citado en La Jornada, 13 de febrero de 2009, en Internet: www.jornada.unam.mx/2009/02/13).


La actual crisis económica y financiera mundial ha agravado todas las contradicciones fundamentales del sistema imperialista mundial:

  • La clase obrera es la más afectada por los efectos de la crisis, por el desempleo, la explotación agudizada y la reducción general de salarios. En la lucha de clases contra los supermonopolios internacionales y sus gobiernos debe asumir, sobre todo el proletariado industrial internacional, su rol dirigente en la lucha contra el sistema imperialista mundial.

  • La lucha por la liberación de la mujer está acompañada de la lucha de la clase obrera por liberarse de la explotación y opresión, incluyendo en ella a la masa de las capas medias pequeñoburguesas.

  • La crisis agudiza la particular explotación y opresión de la juventud obrera provocando su rebelión. La masa de la juventud tiene que convertirse en la vanguardia práctica de la lucha de clases.

  • La resistencia activa contra el desarrollo hacia una catástrofe climática global que amenaza a la humanidad tiene que desplegarse traspasando las fronteras.

  • La crisis económica mundial aumenta la agresividad de los países imperialistas y de los supermonopolios internacionales en la lucha por el nuevo reparto de las esferas de influencia y del mercado mundial. Eso agudiza el peligro general de guerra e implica el peligro de guerras interimperialistas. Se debe aprovechar la lucha por la defensa de la paz mundial para revolucionar a las amplias masas.

  • Los desarrollos dramáticos se sintetizan en la profundización de las crisis políticas latentes y el estallido de crisis políticas abiertas, las cuales, por ley inherente, están unidas con el surgimiento de las crisis económicas.


Ya en el comienzo de la crisis estallaron luchas masivas en numerosos países europeos. Los gobiernos en Islandia, Bélgica y Letonia tuvieron que dimitir. Gran Bretaña, Francia, Italia y Hungría vivieron marchas masivas y huelgas generales con millones de participantes. A nivel mundial se puede observar entre las masas una tendencia general a la izquierda. En Latinoamérica ésta ha conducido, después del retroceso de una efervescencia revolucionaria que traspasaba las fronteras a comienzos del siglo, a la elección de una serie de gobiernos progresistas y en parte antiimperialistas. En Nepal, el rey fue derrocado de modo revolucionario y se está desplegando un debate de masas sobre el camino a seguir de la revolución de nueva democracia en rumbo hacia el socialismo. En todo el mundo se ha desarrollado una tendencia a la inclinación de partes crecientes de las masas hacia el socialismo. No obstante, la tendencia internacional a la izquierda todavía se expresa principalmente en una crítica por parte de las amplias masas a las relaciones capitalistas y en la búsqueda de una alternativa social. Por supuesto que no está libre de ilusiones revisionistas y reformistas de izquierda. Esta tendencia a la izquierda podrá crecer como fuerza revolucionaria recién con el amplio despliegue de la lucha de clases proletaria y cuando, a escala masiva, se haga frente con éxito al modo de pensar pequeñoburgués-reformista y pequeñoburgués-revisionista. En la medida en que se desarrollen las luchas de masas económicas y políticas, que se produzcan abiertos conflictos de clases con el aparato estatal, se va desplegando el potencial de una crisis revolucionaria mundial.


En Alemania, con la "Estrategia de seguridad para Alemania" que fue aprobada el 6 de mayo de 2008 por la fracción de la CDU/CSU en el parlamento federal, son reforzados los preparativos para una permanente situación relativa de guerra. La formación de un "Consejo Nacional de Seguridad", en analogía a los EE.UU., debe servir a la militarización amplia de toda la política exterior e interior. Entretanto se ha instalado un estado mayor de crisis en el Servicio Federal de Inteligencia, BND, porque "la crisis…" se está convirtiendo "…en el mayor peligro para la seguridad a nivel mundial".22 (Kersten Lahl, director de la Academia Federal para la Política de Seguridad, periódico NRZ, 8 de mayo de 2009). Por una parte, los dominantes quieren tomar una influencia de "desescalada" en el despliegue de la lucha de clases. Por otra parte, cuentan con un ascenso de las luchas de la clase obrera, frente las cuales se están preparando mediante la fascistización del aparato estatal.


En este contexto, también se está modificando la táctica del capital monopolista frente a los neofascistas. El rechazo a una solicitud de prohibición, por parte del ministro federal del interior Schäuble, CDU, los anima a una actividad que hace más evidente su carácter como tropa de choque abiertamente terrorista contra el movimiento obrero revolucionario. El 1o de mayo de 2009, los fascistas, tolerados por el aparato de Estado, y por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, procedieron de manera concentrada contra manifestaciones y marchas sindicales. El punto culminante de su agresión fue en Dortmund, donde 300 neofascistas asaltaron la marcha con piedras y petardos.


Crisis sociales tan profundas siempre están unidas con la polarización de la lucha entre corrientes oportunistas y revolucionarias en el movimiento obrero. La lucha entre el modo de pensar proletario y el pequeñoburgués en el movimiento obrero y popular se desarrolla. La dirigencia sindical de derecha defiende una línea de abierta traición de clase y del socialchovinismo. Mientras que millones de obreros y empleados se preocupan por su futuro el presidente del sindicato metalúrgico IG Metall, Berthold Huber, inició un "acuerdo para el futuro" el cual llama a los obreros a "seguir respaldando a la empresa".23 (Volante de IG Metall y del comité de empresa general y de consorcio del Grupo Schaeffler, 10 de marzo de 2009). Supuestamente para asegurar los puestos de trabajo, el presidente del Sindicato de Minería, Química y Energía (IGBCE), Hubertus Schmoldt, incluso les hizo esperanzas a los capitalistas de insertar cláusulas de apertura en los convenios colectivos reduciendo así los salarios voluntariamente.


Particularmente en situaciones revolucionarias, cuya madurez puede volverse realidad en tanto más tiempo dure la crisis económica y financiera mundial y se despliegue la lucha de clases, es de importancia fundamental para el proletariado revolucionario deslindar claramente con el oportunismo. Lenin explica al respecto:


"La situación objetiva en Europa es tal, que entre las masas aumentan la decepción, el descontento, la protesta, la indignación y un estado de ánimo revolucionario susceptible, en cierta fase de su desarrollo, de transformarse en acción con una rapidez increíble. En la realidad, el problema se plantea ahora así y sólo así: ayudar al crecimiento y desarrollo de las acciones revolucionarias contra su propia burguesía y su propio Gobierno, o frenar, extinguir y apaciguar el estado de ánimo revolucionario. Para alcanzar este último objetivo, los burgueses liberales y los oportunistas recurrirán (y, desde el punto de vista de sus intereses, deben recurrir) a cualquier fraseología de izquierda, … a promesas de reformas de cualquier tipo, a todo lo que se quiera, con tal de evitar que las masas rompan con sus dirigentes oportunistas y pasen a acciones revolucionarias cada vez más importantes." (Lenin, De la situación en la socialdemocracia de Rusia, en Obras Completas, tomo 26, págs. 312 y 313).


Un nuevo ascenso de la lucha por el socialismo exige una fuerza que sea superior al capital financiero internacional y su sistema imperialista mundial. La formación de una superioridad estratégica del movimiento obrero revolucionario sólo puede hacerse realidad por el camino del internacionalismo proletario, la unificación de la clase obrera internacional en el mundo entero, en alianza con las amplias masas de los campesinos pequeños y medianos, así como con la intelectualidad pequeñoburguesa y la lucha antiimperialista de los pueblos y naciones.


Por mucho que sean las diferencias en las particularidades históricas y culturales, así como las circunstancias sociales y políticas en cada uno de los países, las cuales deben ser consideradas en la respectiva estrategia y táctica nacional, la revolución socialista internacional también requiere un frente de lucha común. Esta tiene que reunir las particulares luchas de clases y los movimientos de masas democráticos y progresistas en una fuerza que a nivel internacional sea superior al sistema imperialista mundial. Eso exige la existencia de fuertes partidos marxistas-leninistas autónomos en cada uno de los países, quienes hayan sacado conclusiones eficaces de la degeneración revisionista del antiguo movimiento comunista, quienes tengan claridad ideológico-política, estén templados en la lucha de clases y lo más estrechamente unidos con las amplias masas.


Sobre la base material de la crisis económica y financiera mundial crece la comprensión de la necesidad y la disposición para la unión internacional de las fuerzas revolucionarias. Entretanto, ya más de 60 organizaciones participan en la iniciativa para la construcción de una forma de organización internacional para la coordinación de las tareas en la construcción de partidos marxistas-leninistas y en la lucha de clases, la ICOR.


En la coordinación y revolucionarización de la lucha de clases internacional y el apoyo mutuo en la construcción de partido, se abrirá el camino para la solución creadora a la crisis general del capitalismo: la preparación y realización de la revolución internacional y la conquista de una sociedad socialista, liberada de la explotación del hombre por el hombre – ¡con la perspectiva de los Estados unidos socialistas del mundo!

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Literatura

¡Alarma de catástrofe!l ¡Alarma de catástrofe! - ¿Qué hacer contra la destrucción deliberada de la unidad entre el ser humano y la naturaleza?
Autor: Stefan Engel

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